EL GOBIERNO DE OLLANTA HUMALA Y LOS IDIOMAS INDÍGENAS
Escribe: Wilfredo Ardito Vega
Aunque el Ministerio de Educación ya había realizado en años anteriores
dos Tinkuy, fue recién el tercero, el que generó un gran interés en los medios
de comunicación limeños. Numerosos
periodistas acompañaron a los niños amazónicos, andinos y afroperuanos a las
sesiones en Huampaní y las visitas a la playa, el Palacio de Gobierno y el
Parque de las Aguas.
Los “futuros líderes del Perú”, como los llamó El Comercio, hablaron
con soltura en radios y canales de televisión y gracias a ellos, recién
comienzan a difundirse los esfuerzos en materia lingüística del actual
gobierno.
En los últimos tres años, el Ministerio de Educación ha realizado una
labor extraordinaria de producción de materiales educativos en idiomas
indígenas. Hay textos de lectura en wampís,
libros de matemática en quechua, ciencias naturales en aymara y ciencias
sociales en asháninka. De la misma
forma, se realizan muchas actividades de capacitación a los profesores de
educación bilingüe. Los institutos pedagógicos bilingües, que fueron cerrados
durante el gobierno de Alan García, han sido reabiertos y centenares de jóvenes
se preparan para ser los nuevos profesores bilingües de sus comunidades.
Sin embargo, el MINEDU no es lo único sector del Estado que ha venido
haciendo esta labor: el Ministerio de Inclusión Social, MIDIS, le da especial
énfasis a los materiales en idiomas indígenas dirigidos a los padres de familia
cuyos hijos participan en programas como Qali Warma y Cunamás.
Otro programa del MIDIS que aborda la problemática lingüística es
Pensión 65, a través de Saberes Productivos, un proyecto que promueve que los
adultos mayores compartan sus conocimientos ancestrales con niños y jóvenes.
Muchos beneficiarios de Pensión 65 ahora difunden idiomas que parecían en
peligro de extinción, como el jaqaru, que se habla en Tupe, provincia de Yauyos
y el kukama (cocama), que se habla en Loreto.
Por su parte, el Ministerio de Cultura ha organizado ya siete cursos
para intérpretes y traductores de idiomas indígenas. En el último, que concluyó
hace unos días participaron indígenas de grupos como iquitos y yaminahuas y dos
policías awajún. La promoción de nuevos
intérpretes ha decidido llevar el nombre de Edwin Chota, en homenaje al
dirigente asháninka asesinado el 1° de septiembre.
Naturalmente, con estos cursos no se concluye la formación de los
intérpretes: todavía se necesitará mucho tiempo para lograr traducir de manera
comprensible términos como premeditación, productividad o epidemia. Por eso,
cuando el Ministerio de Cultura me pidió el año pasado un material para el uso
del quechua en la administración de justicia, solamente pude elaborarlo gracias
a la reflexión colectiva de un grupo de quechuahablantes, como había ocurrido
antes con el Manual dirigido a policías. Sería fundamental que el Ministerio de
Salud, entre otros, siguiera este ejemplo y también preparara materiales
similares para su personal. Por el momento, solamente existen guías preparadas
en algunos idiomas por UNICEF, dirigidas a la salud materno infantil.
El Ministerio de Cultura suscribió también un convenio con el Jurado
Nacional de Elecciones logrando que por primera vez se traduzca las hojas de
vida de los candidatos y los planes de gobierno a los idiomas indígenas de
diferentes regiones del país.
Entre otras entidades, el Ministerio de Justicia también ha tomado en
cuenta el tema lingüístico al exigir que los defensores públicos manejen el
idioma de la zona donde van a trabajar y, por primera vez, el RENIEC ha creado
un registro civil bilingüe en Tupe, una experiencia piloto que esperamos se
extienda a muchos otros lugares del territorio nacional.
Pese a todos estos avances, aún estamos lejos de otros países que
reconocen ampliamente su diversidad lingüística, como Canadá, España o Bélgica.
Hace unos meses, uno de mis alumnos comprobó que en Lima ni siquiera las
comisarías creen necesario contratar personas que hablen quechua, pese a que,
según Elena Burga, la Directora de Educación Bilingüe e Intercultural, en Lima
vive un millón y medio de quechuahablantes. Ella sostiene que, por ejemplo, los
anuncios que se difunden en los parlantes del Metropolitano y el Tren Eléctrico
deberían ser en castellano y quechua. Solamente en el Hospital Loayza funciona
ahora un consultorio con médicos quechuahablantes.
El viernes pasado acudí al Encuentro de Saberes con el que concluyó el
tercer Tinkuy. Había varias delegaciones de colegios limeños y funcionarios
peruanos y extranjeros interesados en conversar con los niños y sus profesores.
Me llamó la atención, entre muchas otras, la historia de los niños kichwas del
Napo, que viajaron ocho días para llegar a Lima y casi murieron en una
tormenta.
Sin embargo, fue cuando vi a los niños matsés con su profesora me sentí
estremecido. Durante el primer gobierno de Belaúnde, los matsés fueron bombardeados por la Fuerza
Aérea, como si fueran enemigos del Perú. Ahora, cincuenta años después por fin
el Estado peruano les ha otorgado el título de propiedad sobre sus tierras y
los escolares reciben educación en su idioma. En un país tan habituado a las
malas noticias es fundamental que todo esto se sepa.