¿Ha fracasado la descentralización?
Escribe: Antonio Zapata Velasco
En estos días, un tema clave del debate nacional es la
descentralización. Se sostiene que los casos de Áncash y Tumbes muestran que la
descentralización fue un error. Incluso, algunos actores políticos plantean la
necesidad de recentralizar el Estado.
Pero el argumento es falso. Si pensamos en el poder central, debemos
recordar que nuestros tres ex presidentes de la república arrastran gruesos
problemas legales, uno está preso y los otros dos están acusados. Si somos
estrictos, todos los niveles del Estado padecen de elevada corrupción,
incluyendo al Poder Ejecutivo. Así, de ningún modo la recentralización
corregiría los problemas; sería el típico remedio peor que la enfermedad.
Pero, ello no significa negar la evidencia y creer que los gobiernos
regionales se corregirán por sí mismos. Más bien, es el momento de reformar la
ley de descentralización.
Se han entregado grandes sumas sin controles ni exigencias. Los
gobiernos regionales han ganado recursos del canon en función del territorio,
no por eficiencia en ejecuciones pasadas ni por proyectos solventes.
Además, algunos gobiernos regionales disponen de canon y en los últimos
años han sido muy ricos. Mientras que otros carecen de él y paradójicamente
suelen ser más eficientes. Aunque no en todos los casos, porque Moquegua
evidencia que una región con canon puede ser bien administrada y obtener los
primeros lugares nacionales en una serie de indicadores, empezando por
educación pública.
La causa de la corrupción en gobiernos regionales es la ausencia de
fiscalización. En teoría, la Contraloría General de la República debería
verificar en tiempo real la ejecución del presupuesto en todos los niveles del
Estado. Pero carece de recursos, tanto materiales como humanos. De acuerdo a
declaraciones del mismo contralor, en el 92% de las reparticiones públicas el
auditor es nombrado por la misma entidad que audita.
Esa situación malogra todo el sistema. Si el auditor respondiera a la
CGR, entonces sería el ojos y oídos del contralor y estaría allí para evitar la
corrupción. Pero, si son nombrados por la misma entidad que es auditada,
entonces se convierten en escudos de la institución para mantener alejado al
sistema de control. Por ello, lo que ha fracasado es la descentralización sin
controles.
Por otro lado, los gobiernos regionales se formaron sobre los antiguos
departamentos y en ningún caso constituyeron entidades mayores que realmente
tengan características socioeconómicas de verdaderas regiones. Son unidades
demasiado pequeñas para gozar de tanta autonomía y han tendido a reproducir los
antiguos cacicazgos locales.
Antes de la formación de los partidos de masas: APRA, PCP y
socialcristianismo, la política local era ejercida por cacicazgos que
expresaban a los terratenientes y sus aliados. Los nuevos caudillos también son
miembros de los poderes económicos locales y ejercen el poder con el mismo
personalismo autoritario de antaño.
Este efecto se ha multiplicado por la ausencia de los partidos
nacionales de la escena regional y local. El vacío ha sido llenado por movimientos
regionales que frecuentemente son el vehículo de los nuevos caciques, que andan
detrás de las arcas llenas de gobiernos locales sin verdaderos controles del
Estado ni de la ciudadanía.
Así, ha fracasado una descentralización sin partidos ni instituciones
poderosas que ejerzan el liderazgo. El sistema es muy poroso y ha sido invadido
por operadores políticos a la caza del botín. Como han advertido tanto la ONPE
como el JNE, la situación tiende a empeorar, puesto que las próximas elecciones
pueden ser el punto de quiebre que marque el hundimiento del sistema en manos
de la delincuencia y el narcotráfico.
Antes que ello ocurra, urge reformar legalmente la descentralización,
creando unidades territoriales consistentes, generando un verdadero sistema de
control y reconstituyendo la política en los niveles subnacionales. El Congreso
es el encargado. ¿Podrá?
Fuente: La República