Por qué importa mucho el triunfo de Susana Villarán

¿POR QUÉ IMPORTA MUCHO EL TRIUNFO DE SUSANA VILLARÁN?

Por: Jaime Paredes Calla

Desde la lejanía territorial de México, país que me acoge muy amablemente, pero a la vez desde la cercanía virtual con mi querido Perú expresada en la interacción de la web 2.0 (según Cristóbal Cobo y Hugo Pardo: red digital que deja de ser una simple vidriera de contenidos multimedia para convertirse en una plataforma abierta, construida sobre una arquitectura basada en la participación de los usuarios) celebro, festejo y hago mío (sin ser militante formal de Fuerza Social) el triunfo de Susana Villarán a la Alcaldía de la Municipalidad Metropolitana de Lima.

Las recientes elecciones municipales y regionales nos han retrotraído, especialmente durante la última semana previa al 3 de octubre, a una típica época cavernaria electorera. Los acontecimientos que se suscitaron nos han refrescado la memoria del fujimontesinismo donde la mentira y la diatriba se institucionalizaron entre algunos actores políticos y medios de comunicación, así como el gobierno de turno (léase gobierno cleptocrático de Alberto Fujimori y compañía).

Desde la perspectiva tradicional, el triunfo de Susana Villarán resulta simplemente insospechado, y es que debemos rememorar sucintamente lo adverso de las condiciones con las que tuvo que lidiar: ha sido evidente que los recursos económicos del Partido Descentralista Fuerza Social no han sido ingentes en relación al Partido Popular Cristiano (PPC) – Unidad Nacional. En correspondencia con esto, el posicionamiento del símbolo de campaña entre una y otra agrupación política ha sido notable a favor de la segunda –al menos hasta dos semanas antes de la elección-.

La enervada y exacerbada intolerancia generalizada de la derecha peruana y simpatizantes de Lourdes Flores –alentada y direccionada por la dirigencia del PPC-, contra la candidatura del proyecto de izquierda de Susana Villarán, llegaron a extremos que consideramos ya se encontraban desterrados con la instalación del gobierno de transición del Dr. Valentín Paniagua en el 2001, y es que debemos recordar que durante la década de los noventa, desde el aparato estatal del gobierno nacional fujimorista se satanizaba sistemática y antidemocráticamente a las organizaciones de izquierda, sean sociales y/o políticas, vinculándolas con el terrorismo que padeció nuestro país en el proceso del conflicto armado interno desatado desde la década de los ochenta. De este modo, no se discriminaba entre las diversas organizaciones políticas de izquierda puesto que para el gobierno, de manera burda, todos casi eran comparables con Sendero Luminoso (SL) y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).

Este mismo 3 de octubre, en Brasil se celebraron elecciones presidenciales; la candidata del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), Dilma Rousseff, ganó la votación (con el 47% de la votación) y nadie dijo nada ni se impacientó, y vaya que entre la señora Rousseff y la señora Susana Villarán dista una diferencia enorme de trayectorias de vida: la primera integró uno de los más importantes grupos guerrilleros de la época, Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares, y llamándosela como “Juana de Arco de la guerrilla”, en tanto que la segunda proviene de una corriente más institucional cercana a movimientos democráticos de izquierda, llegando a desempeñarse durante esta década como Ministra de la Mujer, como Comisionada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y con un marcado y vasto activismo en el sistema de Naciones Unidas, entre otros cargos importantes.

Sin embargo, mientras en Brasil la derecha no se sobresalta, ni se asusta, ni emprende una política de generación de miedo en el electorado, en el caso peruano las retrógradas élites limeñas de derecha, con el concurso activo de cierta prensa, lograron infundir miedo en el electorado limeño, de no ser por esta factor, seguramente el triunfo de Susana Villarán hubiera sido más holgado, tal vez superando a la candidata derechista en 5 ó 10 puntos porcentuales.

Importa mucho el triunfo de Fuerza Social y de Susana Villarán, porque a pesar de la campaña de demolición, mentiras y satanización en su contra, se impuso como alternativa esperanzadora, y lo es porque es honesta, su hoja de vida y su trayectoria son impecables, no acarrea denuncias en su contra, tampoco actos de corrupción. Importa también para emprender una seria labor de rearticulación de una izquierda moderna, tarea que requiere del concurso de todas aquellas voluntades que consideran (consideramos) que el juego democrático pasa no sólo por ejecutar buenas propuestas técnicas, sino también por consolidar lineamientos ideológicos progresistas para el escenario nacional del país.

La campaña emprendida por Fuerza Social ha demostrado que la decencia no es incompatible con la política, que es posible ganar una elección sin recurrir a la mentira, la diatriba y el agravio, y que sin considerables recursos económicos y subsecuentes favores a los financistas, se puede llegar a ser gobierno. Quizá nos encontremos ad portas de devolver el crédito a las instituciones políticas y democráticas en el Perú, tan venidas a menos de un tiempo a esta parte.

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