martes, 4 de junio de 2019

La riqueza de estudiar en el extranjero


SEIS MESES DE ESTUDIO EN EL EXTRANJERO EQUIVALEN A CUATRO AÑOS DE VIDA NORMAL

Escribe: JAVIER DE LA CRUZ

Estudiar una carrera o un curso de posgrado en el extranjero es una peripecia vital que trasciende lo puramente académico. Deja en el alumno una impronta imborrable. Una experiencia que, según los expertos, al menos una vez en la vida todo estudiante debiera emprender. Tal vez hace 40 o 50 años viajar para estudiar era un planteamiento inalcanzable excepto para minorías elitistas. Hoy, sin embargo, las numerosas facilidades y convenios internacionales han convertido a la movilidad estudiantil en parte inherente de su formación. Estudiar en un país distinto al nuestro debe concebirse como una inversión de por vida.

"Ciertos estudios han demostrado que seis meses de movilidad internacional cambian a una persona tanto como cuatro años de una vida normal", indica Isabel Durán Giménez-Rico, vicerrectora de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid.

El conocimiento de realidades sociales y sistemas educativos diferentes, la relación con nuevos compañeros, el alejamiento de la zona de confort familiar, la autoconfianza en uno mismo y la mejora de la inteligencia emocional multiplican la capacidad del alumno para adquirir conocimiento. La novedad de un escenario cultural desconocido y de sus gentes es una experiencia que multiplica la motivación. Algo así como escribir sobre un libro en blanco.

"He sido vicerrectora de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense durante 4 años y he podido comprobar en primera persona el entusiasmo que demuestran los estudiantes –los entrantes y los salientes–, al ser seleccionados para una experiencia de movilidad internacional", afirma Isabel Durán. Los intercambios académicos forman parte de la mayor revolución en el campo de la formación universitaria. Si el mundo es cada día más global, el ámbito del conocimiento ha demostrado ser el que menos fronteras tiene.

"El eslogan que se utiliza en el programa europeo de movilidad internacional Erasmus+ es Cambiando vidas, abriendo mentes", continúa la vicerrectora de la Complutense. "Pero estoy convencida de que es igualmente aplicable a los programas de movilidad entre España y Latinoamérica. Y es que se ha demostrado que estudiar, investigar o enseñar durante un periodo programas de intercambio internacional abre la mente de las personas y a menudo cambia sus vidas y las de sus instituciones".

Según la vicerrectora, "cuando hacemos la sesión de bienvenida a los estudiantes extranjeros siempre les digo que son muy afortunados y también muy valientes. Muy afortunados porque las encuestas demuestran que los estudiantes participantes en programas tipo Study Abroad desarrollan multitud de capacidades y competencias personales, emocionales y profesionales como curiosidad, confianza, adaptabilidad, sociabilidad, tolerancia, decisión, resolución de problemas, autocrítica y capacidad para defender sus ideas o para adaptarse a otros puntos de vista antes no contemplados".

Porque incluso las facetas a priori más adversas, como la separación del entorno familiar o sentimental, pueden convertirse para el estudiante en motores de crecimiento personal. No ver a diario a los seres más próximos ayuda a comprenderlos mejor, a quererlos y a valorarlos mucho más tras el regreso al país de origen. Lo mismo sucede en detalles no menos relevantes como los hábitos de vida. La comida es uno de ellos. En algunos casos la nueva gastronomía enamorará y en otros servirá para apreciar con más intensidad aún lo que momentáneamente se ha dejado atrás.

Por otra parte, la estancia en una universidad extranjera es un factor que se está convirtiendo en clave para un mercado laboral cada día más exigente. Según Isabel Durán Giménez-Rico, "por supuesto no podemos olvidar el impacto positivo sobre la futura empleabilidad de los egresados que han tenido una experiencia internacional, precisamente por las capacidades y habilidades que se desarrollan y que tanto valoran los empleadores". Según esta especialista, "un periodo de estancia en el extranjero no solo enriquece la vida de los estudiantes en el campo académico, sino también en la adquisición de habilidades interculturales y en su autoestima. También como profesora he podido percibir los beneficios de una experiencia de movilidad internacional: los estudiantes regresan a casa con una mayor madurez, desarrollan la capacidad de comparar instituciones y tienen una idea más clara de lo que ofrece su propia universidad y hasta su propio país".

Esa carga humanística no forma parte de ningún programa de estudio y solo se adquiere atravesando fronteras, permitiendo que el tiempo, las experiencias y el nuevo entorno modelen y enriquezcan la personalidad del estudiante, su sensibilidad social. Todos los que han disfrutado de esta experiencia coinciden en un mismo dictamen: su estancia en el extranjero constituye un antes y un después en sus vidas. Marca un capítulo aparte.

Según la vicerrectora de la Complutense de Madrid, "los alumnos mejoran sus habilidades comunicativas y sus competencias interculturales al vivir en otros países y entre personas de otras culturas, razas y realidades sociales. Se convierten en ciudadanos del mundo y su red de contactos y amistades se multiplica, por lo que la ganancia no es solo académica, sino también personal".

La nostalgia inicial de lo que se deja atrás no puede ser un elemento que encadene al estudiante universitario. Es una barrera psicológica fácilmente superable a una edad de curiosidad innata y plenitud intelectual. Isabel Durán concluye: "Estoy convencida de que cuando las familias, las universidades y los gobiernos invierten en financiar experiencias o programas de movilidad internacional, están invirtiendo en el futuro de sus hijos, sus instituciones y su sociedad. Una sociedad con ciudadanos más cultivados y tolerantes, más experimentados y con mentes más abiertas".

En 1434, Filippo Brunelleschi cambió para siempre el arte de la pintura con su tratado sobre la perspectiva. Era escultor y arquitecto y no hay registros de que jamás pintara un lienzo. Pero su escrito revolucionó la pintura, hasta entonces basada en representaciones lineales en un mismo plano. En el terreno académico, igual de inédita y enriquecedora es la perspectiva que aporta al alumno universitario una estancia fuera de su país. La de un mundo con forma, volumen y color.

Fuente: El País

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