¿Por qué debe preocuparse Castañeda?
Escribe: Rosa María Palacios
Lo primero que debo hacer es un “disclosure” como dicen en inglés. O una advertencia, para
que todos estén prevenidos. Simplemente
no confío en la honestidad de nuestro Alcalde. Esa es la verdad.
Esa desconfianza no ésta basada en el chisme banal o la conspiración
política contra el líder de un partido. Ésta basada en las profundas
investigaciones de Daniel Yovera sobre el caso
Comunicore que lo llevaron a ser perseguido por el mismo Castañeda en el
sistema judicial. Yovera probó un robo
al Estado con documentos y declaraciones realizadas en la investigación y
acusación fiscal. Los gerentes de absoluta confianza de Castañeda – que
trabajaron con él por muchos años en distintas organizaciones del Estado – se
coludieron con un proveedor de limpieza para hacer un pago que no correspondía
a una entidad inexistente para luego “lavarlo” en efectivo. Eso ésta probado y
los imputados continúan procesados. Que
Castañeda, haya logrado ser excluido del proceso no le quitará nunca la
responsabilidad política de haber convivido y tolerado ese latrocinio.
Dicho esto, es obvio que tengo un sesgo. Y que creo que las acciones
del Alcalde no tienen hoy como norte el bien común de la ciudad sino el suyo
propio.
Durante sus ochos de gobierno municipal Castañeda se hizo popular
sustituyendo a los alcaldes distritales. Sin recursos para grandes obras se
concentró en un esquema de obra chiquita y popular con dinero de EMAPE. De ahí
el éxito de las escaleras. Pero en cuanto a obras de envergadura otro fue el
cantar. Le zafó la responsabilidad de las revisiones técnicas al MTC y sé demoró ocho años en inaugurar un
Metropolitano cuyo costo es un misterio y que no absorbe ni el 5% de viajes de
Lima. No solo destrozó Barranco con el
diseño. Este sistema de transporte es un
desastre hoy en hora pico y no se ve soluciones a la vista.
Debo confesar también que admiro la honestidad y el estoicismo de
Susana Villarán para aguantar los baldes de caca que durante cuatro años le
tiraron encima. Uno tiende a solidarizarse con la parte débil y ella lo fue.
Pero es verdad también que llegó a la Alcaldía con un aluvión de votos pero sin
ninguna preparación gerencial o política para manejarse en una corporación
inmensa. La visión Villaran de construcción de ciudadanía a través de espacios
públicos, la austeridad en el uso de su nombre para apropiarse de obra pública,
la transparencia como eje, la concentración en grandes obras viales en
asociaciones público privadas, dejando a los Alcaldes Distritales la obra
menuda, fue profundamente incomprendida.
Villaran y Castañeda no tienen nada en común. Y el cambio fue tan
brusco, tan marcado, tan diferenciado, que la transición de uno a otro se comió
viva a Villarán. Sin embargo ese fenómeno ha creado una Lima muy diferente a la
que Castañeda dejo. Esa herencia de ciudadanía es la que le cuesta manejar.
Ahora la transición inversa también tiene costos.
El limeño se ha acostumbrado a exigir y protestar. Y hace bien.
Villaran dejo una reforma de transporte en marcha, con corredores exclusivos ya
licitados y operadores en proceso de inversión. OAS, Odebretch y Graña y
Montero tienen concesiones inmensas de obra vial. Las dos primeras se cobran
con el 95% del peaje de Lima. El dinero para la obra menuda y popular se acabó.
¿Qué hace Castañeda? Sin permiso de nadie, sin trámite alguno, viste un
santo desvistiendo otro. Exige la plata
de un fideicomiso privado para hacer 3 by passes que nadie había reclamado y
deja a Lima sin un parque público de más de 30 hectáreas. Cree que la obra lo
hará popular. Se equivoca y en grande. Villaran hizo obra y no fue popular por
ello. Lima es otra Lima. Y no es un país.
Castañeda publica avisos “apropiándose” de las obras de Odebrecht en
Rutas de Lima. No engaña a nadie. Todo el mundo sabe que son obras
concesionadas por 30 años. La Municipalidad ni gestiona, ni administra, ni pone
un centavo. Sólo supervisa que las obras pactadas se ejecuten. Nada más.
Los despidos a la bruta, la matanza de la reforma del transporte, el
regreso de los colectivos, la desaparición de los inspectores de tránsito, el
borrado (con rabia) de “todos” los murales, su desafecto público al arte y a
los espacios ganados para este, son
errores de principiante. Le han costado entre 11 y 15 puntos de popularidad que
si bien es altísima aún marca una
tendencia a la baja. La desilusión con su gestión es evidente.
Castañeda, le guste o no, sólo puede salvarse de un desastre si se
“villaranisa” en aspectos que dejaron un buen recuerdo a pesar de la
impopularidad de la ex Alcaldesa. Aquí una pequeña lista de consejos para el
bien de Lima:
1. Lo primero es dejar de actuar como si fuera un Virrey. Debe rendir
cuentas al Consejo en sesiones públicas con presencia de prensa. En esa tarea
su presencia es esencial. Debe hablar claro y sin enredarse. Confundir a Lima con un país o a los Shipibos
con los Ashanikas denota falta de preparación e interés en los temas que
debería exponer con solvencia.
2. Lo segundo es rescatar la reforma del transporte, hacer las mejoras que
crea necesaria e implementar las 14 ordenanzas que ya le dejaron listas sobre
transporte.
3. Lo tercero es congraciarse con una buena política cultural, que le
dejaron en marcha. Sera duro y largo, pero puede recuperarse.
4. Lo cuarto, rescatar Barrio Mío del olvido y los programas sociales que
atendieron pequeñas necesidades en El Cercado. Reforzar el Mercado de San
Anita, culminar el Parque del Migrante. Es decir, continuar obra que es buena
para la ciudad.
5. Lo quinto, proponer. Sobre lo construido, ¿Qué construir? Castañeda
ganó las elecciones sin proponer nada más que un absurdo monoriel. Y proponer
implica diseño y debate. Y ahí no puede haber imposición sino dialogo y
cumplimiento de normas, dos aspectos en los que Castañeda nunca ha sobresalido.
Vamos a necesitar a todos los santos limeños de nuestro lado para vivir
en Lima los próximos 4 años.
Fuente: Blog de Rosa María Palacios
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