Lo imposible es posible
Escribe: Gastón Acurio
En este mundo conectado, donde la información está al alcance de todos
en todas partes, la competencia por conquistar los corazones de los cientos de
millones de consumidores que se levantan cada día en busca de nuevas
experiencias se vuelve cada vez más exigente. Ya no basta tener una hermosa
historia que contar, unos atributos que preservar, un producto único y mágico
con el cual seducir. Hoy, la innovación debe ser constante para poder ofrecer,
de manera permanente y consistente, nuevos productos e historias que mantengan
al consumidor conectado con aquello que producimos. La gastronomía no es ajena
a este nuevo escenario. Todos los países se han dado cuenta, en parte gracias
al ejemplo de la cocina peruana convertida en una nueva marca internacional, de
lo importante que puede ser su gastronomía para la promoción de sus productos o
sus destinos turísticos. Cada vez más países miran su despensa, sus raíces, sus
conceptos, sus protagonistas, para consolidarlos en una propuesta gastronómica
que los represente exitosamente y les permita acceder a este mundo gastronómico
lleno de oportunidades, hoy reservado a una docena de países, entre ellos el
Perú. En Turquía, Corea, Singapur, Israel, Filipinas, Marruecos, Colombia o
Hungría, por solo citar unos ejemplos, están trabajando con importantísimos
presupuestos para hacer que sus gastronomías se conviertan en una poderosa
herramienta de promoción y expansión de su cultura y sus productos en el mundo.
Por ello es importante que aquí, en el Perú, no desmayemos un segundo
en seguir innovando, desarrollando, perfeccionando y avanzando en todo aquello
que aún nos queda por hacer, para que el actual poder de seducción que nuestra
gastronomía ostenta nunca decaiga, sino que se haga cada día más fuerte.
Existen muchos caminos; sin embargo, uno de los más importantes es asegurar una
formación y educación de altísimo nivel para aquellos jóvenes que sueñen con
ser parte de esta hermosa y desafiante actividad. Por ello es que, desde hace
años, veníamos soñando con hacer algún día una universidad de última generación
dedicada a la gastronomía, que viniera a complementar al instituto técnico que
hace algunos años formamos en Pachacútec. Nuestro sueño, que hoy se empieza a
hacer realidad en alianza con la Universidad Católica, era claro: debemos
formar a los jóvenes más talentosos del Perú en el mundo de la gastronomía,
siguiendo todos los desafíos a los que deberán enfrentarse para convertirse en
líderes mundiales.
El cocinero de hoy debe formarse desde una mirada humanista, integral,
multidisciplinaria, que le permita contar historias a través de sus platos,
transformar el mundo a través de su cocina y ganarse, así, la confianza de
comensales o clientes que hoy quieren en realidad ser más que eso: quieren ser
seguidores de aquellos a quienes respetan por lo que hacen, por lo que dicen y
por el impacto que tienen. El cocinero moderno debe formarse en arte clásico y
moderno para aprender a atrapar la belleza en sus platos. Debe saber de
sociología para comprender los desafíos de su tiempo y su entorno, de
literatura para llenar de poesía sus sabores, de física y química para entender
el porqué de sus procesos culinarios, de música para impregnar de ritmo sus
recetas, de historia y antropología para comprender de dónde venimos y hacia
dónde vamos, de medicina para ofrecer placer y bienestar, de economía y
márketing para poner en valor lo que representamos, de diseño y de
comunicaciones para redondear conceptos y comunicarlos emotivamente.
En suma, el cocinero peruano del futuro debe prepararse mucho más que
antes si es que queremos que nuestra gastronomía siga su camino ascendente. Por
ello, nuestra universidad estará obsesivamente enfocada en ese sentido, porque
estamos convencidos de que es la educación, no solo en la gastronomía sino en
todos los terrenos, la que, finalmente, nos hará libres y enrumbará al Perú hacia
su desarrollo definitivo.
Hoy, los peruanos nos preparamos para dar lo mejor de nosotros en
muchos territorios, nos esforzamos para sacar adelante nuestros sueños,
imaginamos nuestros productos y propuestas compitiendo exitosamente por el
mundo y nos preparamos para ello con dedicación y convicción. Por ello, en esta
hora electoral, lo que esperamos de nuestros políticos es precisamente eso: que
se preparen, que estudien, que investiguen, que se formen y eduquen sin cesar.
Además, esperamos que los partidos políticos se fortalezcan a partir de la
selección de sus hombres y mujeres más preparados para que nos representen en
el Parlamento y recuperen, así, su prestigio y majestad. Ya lo dijo Haya de la
Torre en sus últimos años al afirmar que el gran desafío del Perú estaría en la
buena educación y la formación de una clase política que, en vez de gritar,
dialogue; y que, en vez de pelear o reñir, sepa escuchar y debatir.
Hoy, los ciudadanos del Perú rogamos a nuestros políticos que beban de
todas las fuentes: de los clásicos y los modernos, de los sabios de todas las
artes, las ciencias y las letras de todos los tiempos; desde Cicerón,
Maquiavelo, Sun Tzu y Rousseau, hasta Mariátegui, Von Hayek o Popper. Deben
estudiar políticas públicas exitosas llevadas a cabo por otros países en
terrenos tan importantes como la seguridad ciudadana, la integración y paz
social, el comercio, la innovación, el diseño, el medio ambiente, la cultura,
el arte, el deporte, y ver cómo pueden ser aplicables a nuestros problemas y
desafíos. Pero también deben impregnarse de cultura y conocimiento humanista,
dejarse llevar por los nobles senderos de las artes y, muy en especial, de la
literatura como fuente de comprensión del mundo. Soñar junto a Balzac, Borges,
Camus, Proust, Saramago, Faulkner, Salinger, García Márquez, Vargas Llosa y
tantos, además de tantos otros narradores y poetas que llenarán de luz e
inspiración sus ideas, sus compromisos, sus batallas y, lo más importante, su
corazón. Ya lo decía Platón: el objetivo de la educación es la virtud y el
deseo de convertirse en un buen ciudadano. Los ciudadanos del Perú intentamos
cada día recoger ese mensaje. Nuestros políticos, aquellos a quienes elegiremos
para representarnos, deberán ir mucho más lejos. Deberán prepararse para ser
los mejores entre los mejores. Con voluntad, lo imposible se vuelve posible.
Fuente: Perú 21
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