El Nobel de la Paz encumbra la escolarización como motor del desarrollo
pacífico
Los niños trabajadores bajan de 246 a 168 millones desde el año 2000
El comité noruego galardona a la paquistaní Malala y a un activista
indio
Nobel de la Paz 2014 a la paquistaní Malala y el indio Satyarthi
La concesión del Nobel de la Paz a los activistas Kailash Satyarthi y
Malala Yousafzai el viernes premia la lucha por la escolarización universal y
los derechos de los niños. Satyarthi, de 60 años, trabaja para acabar con el
trabajo infantil y liberar a los menores de la esclavitud. Malala, de 17, es
una férrea defensora del derecho de todos a la educación, en especial de las
niñas. Todavía hay 168 millones de niños trabajadores en el mundo, aunque la
cifra se ha reducido desde los 246 millones que había en el año 2000. También
se ha conseguido el 90,7% de escolarización en la primaria, pero aún quedan
60,7 millones de chavales fuera de las aulas.
“Los niños debe ir a la escuela y no ser explotados económicamente”,
declaró Thorbjorn Jagland, el presidente del comité Nobel, al anunciar el
galardón. “Es un prerrequisito para el desarrollo global y pacífico que se
respeten los derechos de los niños y los jóvenes. En las zonas afectadas por
conflictos en particular, la violación de niños lleva a la continuación de la
violencia de generación en generación”, añadió.
No son sólo palabras. De acuerdo con el Banco Mundial “la educación es
uno de los instrumentos más poderosos para reducir la pobreza y la desigualdad,
y sienta las bases para un crecimiento económico sostenido”. Las cifras de los
avances alcanzados en lo que va de siglo son impresionantes. De 655 millones de
niños escolarizados en primaria en el año 2000 (el 84,5%) se ha pasado a 691
millones en 2010 (el 90,7%). Sin embargo, todavía quedan 60,7 millones fuera de
las aulas, más de la mitad en el África Subsahariana y un quinto en el Sur de
Asia, de donde proceden los dos premiados. La cifra se dispara hasta los 386,5
millones si se añade la secundaria.
Al menos 9,2 millones de niños paquistaníes entre 5 y 12 años están sin
escolarizar, según el último informe de Unicef en el que se alerta de que
Pakistán no va a ser capaz de cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio
para 2015. Esos datos lo sitúan en el segundo puesto con más niños fuera de las
aulas, después de Nigeria. De acuerdo con activistas locales por la educación,
la cifra se eleva a entre 23 y 25 millones si se toma como referencia los 16
años. Alrededor del 60% de ellos son niñas, el segundo país del mundo con mayor
desequilibrio de género al respecto (India es el tercero).
De ahí el empeño personal de Malala, quien vivió de cría la prohibición
de los talibanes a la formación de las mujeres. Animada por su padre, Ziauddin
Yousafzai, propietario y director de una escuela de niñas en Mingora, escribió
un diario entre 2008 y 2009 en el que con un lenguaje infantil las crecientes
limitaciones que impusieron esos extremistas cuando tomaron su ciudad, en el
valle de Swat, hasta que obligaron a cerrar todos los colegios, y ella y su
familia tuvieron que irse.
“Ha trabajado con pasión y coraje para lograr que todos los niños
tengan derecho a la educación”, asegura la UNESCO en el comunicado en el que
felicita a los dos premiados.
Su historia, que se conoció mundialmente, a raíz de que los talibanes
intentaran asesinarla hace dos años, refleja en gran medida las contradicciones
de Pakistán, un país con armas nucleares que sin embargo carece de un sistema
educativo universal, y en permanente tensión entre las fuerzas oscurantistas
que representan esos islamistas violentos y las aspiraciones de mejora de sus
sectores más progresistas. Porque la baja escolarización no está necesariamente
vinculada a los bajos ingresos nacionales. Las estadísticas del Banco Mundial
revelan que con apenas 500 dólares de producto nacional bruto (PNB) per cápita,
hay países con el 97,5% de niños escolarizados (Malawi) y otros que apenas
tienen a un 35% de ellos en clase (Eritrea).
Lo que sí influye es la situación económica de las familias, que en
muchas zonas del mundo no pueden permitirse renunciar a los ingresos que
aportan los niños. De ahí las espeluznantes cifras que ha recogido la
Organización Mundial del Trabajo, y que ayer mencionaba Jagland al anunciar el
Nobel de la Paz. A pesar de que el número total de niños trabajadores se haya
reducido un tercio desde el año 2000, quedan aún 168 millones de pequeños
explotados, 85 millones de ellos en trabajos peligrosos. La mayoría, 78
millones, se concentra en Asia y el Pacífico, donde constituyen un 9,3% de la
población infantil; pero, al igual que con la escolarización, es el África
Subsahariana donde la incidencia es mayor, casi un 22% de sus niños trabajan
(59 millones).
Lo que es más grave, muchos de ellos lo hacen como esclavos, en el
sentido literal del término. Según Satyarthi, que lleva años luchando contra
esa lacra al frente del Movimiento para Salvar a los Niños, en India 60
millones de niños (un 6% de la población) están obligados a trabajar. En su
opinión, eso no tiene que ver con la pobreza, el analfabetismo o la ignorancia
de los padres, sino con el beneficio que sacan los empresarios al no pagarles o
pagarles una miseria.
“No es sólo un problema de India”, declaró ayer Satyarthi citado por
Reuters. “Es un crimen contra la humanidad si un niño es privado de su
infancia, en mi país o en cualquier otro del mundo. Es la Humanidad lo que está
en juego”, subrayó el flamante Nobel.
El comité encargado del premio también destacó el que “un hindú y una
musulmana, un indio y una paquistaní, compartan la lucha común por la educación
y contra el extremismo”. Esas palabras resultan especialmente pertinentes en un
momento en que sus países han vuelto a enzarzarse en uno de sus recurrentes
enfrentamientos fronterizos. Malala instó ayer a los primeros ministros de
India y Pakistán a acudir a la entrega del Nobel.
Fuente: El País
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