¿Por qué tanta oposición a la ley universitaria?
Escribe: Manuel Burga, Historiador y Docente Universitario
Mencionaré dos publicaciones recientes. La primera que circuló
ampliamente como un discurso de Noam Chomsky, titulada Asalto neoliberal a la
universidad, donde –desde su experiencia universitaria norteamericana– denuncia
con fuerza la burocratización creciente de estas instituciones. Este discurso
estuvo precedido por el libro de Benjamin Ginsberg, polémico politólogo de la
U. Johns Hopkins, denominado The Fall of the Faculty (La decadencia del
docente), 2011, que alude al núcleo de este mismo problema y donde el título lo
dice todo.
En algunos países de América Latina encontramos una situación como la
que describe Ginsberg: universidades con burocracias administrativas doradas,
preocupadas en contar, medir resultados, evaluar incidencias, evitar la
fiscalidad y establecer balances en azul. Menos gastos corrientes, más
infraestructura, equipamiento y bases virtuales de datos. Más estudiantes por
supuesto y los docentes en un segundo plano.
Este es el nuevo modelo de universidad tan cuestionado en Chile por el
libro de María Olivia Mönckeberg, Con
fines de lucro. La escandalosa historia de las universidades privadas en Chile
(2013), en el que encontramos una situación como la tipificada por Chomsky y
Ginsberg.
Lo nuevo y reciente en esos países es que ha surgido una reacción de
los Estados. En Chile, donde no existe el D.L. 882 que promueve la inversión
privada en educación, la sociedad civil, el Estado y los jóvenes políticos en
el Legislativo se enfrentan a esta situación y no sabemos aún el desenlace.
¿Qué sucede en nuestro país? Existe una propuesta de nueva ley
universitaria que se encuentra en la mesa directiva del Congreso de la República.
Igualmente, el Ministerio de Educación ha decidido proponer una
Superintendencia que represente al Estado en esta suerte de zafarrancho
universitario que azota al país, 141 universidades para un país como el nuestro
es una locura semejante a la minería informal.
La nueva ley universitaria es seguramente perfectible, pero su
intención explícita es devolver la calidad, dignidad y perspectiva nacional a
la universidad peruana. Sin embargo, la oposición parece venir de muchos
frentes y hasta la Asamblea Nacional de Rectores (ANR) se da el lujo de
convocar a marchas y quebrar organizaciones docentes como la Federación
Nacional de Docentes Universitarios del Perú (FENDUP). ¿Pero por qué tanta
oposición? Algo muy simple: unos piensan que la nueva ley universitaria debe
echar a sus adversarios, otros se oponen por conservar sus puestos (los
rectores), los dueños (se oponen) por cuidar sus inversiones, los estudiantes
(los que se oponen) defienden la llamada “autonomía” para continuar con el
facilismo o para medrar en los cargos en las públicas.
Recuperar la calidad, devolverle la naturaleza propia de la
universidad, promover la investigación, que la universidad no tenga como fin
supremo el lucro, exige un esfuerzo de todos por el bien del país, del futuro y
de nuestras familias. Esta abundante oposición es parte de la crisis moderna de
los valores que subyace ante un proyecto de nueva ley universitaria que apunta
a promover el bien común y un esfuerzo por la nación (Dedico este artículo al
amigo entrañable César Terán, gran periodista).
Fuente: El Peruano
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