Liberales, Estado y corrupción
Escribe: Paolo Sosa Villagarcia
He seguido con mucha atención los intercambios entre distintos
columnistas sobre el liberalismo y su relación con el Estado. Creo que entre
las interesantes intervenciones, Eduardo Dargent (Velaverde, 07/08) y Jorge
Lossio (Altavoz, 28/08) han hecho evidente una de las tensiones más importantes.
La crítica más importante de Dargent, me parece, tiene que ver con la
distancia entre el debate sobre las ideas filosóficas liberales y lo que la
realidad local y comparada nos enseña. No hay una siquiera problematización
sobre los problemas que aún afectan el desarrollo del país, mientras que en el
radar no se ubican casos en los que el libre mercado no es suficiente para
explicar el desarrollo, donde el Estado es débil pero la gente sigue siendo
pobre. El Estado no es el único problema.
Lossio, por su lado, ha señalado que el principal responsable de la
desconfianza de los liberales con el Estado no tiene que ver para nada con una
falta de empatía con los sectores más pobres. Para ello resalta que las
políticas inclusivas no siempre van a beneficiar a aquellos que más lo
necesiten, sino a aquellos que tienen mayor capacidad de presión. La corrupción
histórica los ha convencido de que la solución no va por ese lado. El Estado no
es la única solución.
El debate nos centra en la necesidad de ir más allá de la dicotomía
entre más o menos Estado, más o menos libre mercado. Creo que una de las
lecturas del reciente libro de Alberto Vergara, “Ciudadanos sin República”, nos
anima a pensar por ese lado. Citando a Octavio Paz, Vergara nos dice que entre
la libertad y la igualdad no hay una contradicción, sino una distancia. Hubo
momentos en los que tuvimos un poco más de rol activo en el Estado y hoy
vivimos uno en el que el libre mercado está marcando la pauta. Un momento nos
dejó corrupción y crisis, otro insatisfacción alta y mayor desigualdad. El
‘crecimiento infeliz’. No es un mantra, es, creo, un resumen de lo que nos toca
vivir hoy.
Según la Comisión de Alto Nivel Anticorrupción, los lugares que
concentran más denuncias por corrupción son los gobiernos regionales con mayor
presupuesto. Más plata, más corrupción. Pero, ¿ese es un problema del Estado o
de las instituciones legales? ¿O de las Instituciones históricas? ¿Debemos
sacrificar la construcción de un Estado que cumpla con asegurar las necesidades
básicas de todo el país por la amenaza
de la corrupción? ¿O la construcción de un Estado podría, quizás, ayudarnos a
campear este problema?
Hace unos días observaba un reportaje sobre el asalto en San Lorenzo
(Loreto) a la delegación que llevaba el dinero al Banco de la Nación de esa
capital de provincia, dinero que serviría para pagar a los trabajadores
públicos y los beneficiarios del programa Juntos. En cuanto se corrió la
noticia, los ciudadanos llegaron de todos los puntos de la provincia por la
amenaza de no poder cobrar el dinero que se les ha asignado. En tiempo récord
se descubrió a los culpables, quienes habrían actuado con la colaboración de un
policía. Sin embargo, lo que más llama la atención es la condición miserable en
la que dos instituciones se encontraban: la escuela y el hospital. Y miserables
es una palabra bonita para describir la deprimente situación de abandono.
Hace unos meses, unos compañeros míos, funcionarios del Estado,
viajaron a un caserío en la Amazonía para realizar unas capacitaciones. Durante
su estadía, un niño se accidentó cayendo de una altura considerable. La
atención en el lugar era evidentemente imposible y en un deslizador se habría
demorado el tiempo que no tenía para sobrevivir. Los funcionarios accedieron
rápidamente a poner a disposición la única avioneta, la que los había llevado a
la zona. Al día siguiente, regresaban en esa misma avioneta que más temprano en
la mañana había traído de regreso un pequeño ataúd. Para esa familia y los
demás ciudadanos de ese caserío, me imagino que el Progreso para Todos, el Perú
Avanza y el Perú País con Futuro son pésimos chistes.
Lima no es el Perú, reza uno de los misterios dolorosos del rosario que
repetimos durante toda la vida. Tenemos un Estado eficiente en muchos sentidos,
pero concentrados en los sectores que ‘le importan’ a la capital y los centros
urbanos, a la ‘clase media’. La salud y la educación pública, nos recuerda
Vergara, son nuestros más graves pendientes. Y eso va más allá de mover el
mercado un poquito más a la derecha o a la izquierda, de que el Estado invierta
un poco más o un poco menos. Son temas
importantes, pero me atrevería a decir que el debate para los liberales
peruanos de hoy, y la izquierda también, debería tomar en cuenta estas
consideraciones. Tenemos una buena experiencia económica, pero las decisiones
políticas han jugado su rol importante en ella y deberían seguir haciéndolo
para bien.
Fuente: Noticias SER
No hay comentarios.:
Publicar un comentario